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La guía definitiva del estrés y la ansiedad

La guía definitiva del estrés y la ansiedad

Por Laura Llacuna, Ph.D., Asesora Médica en Superlativa


En algún momento, todos hemos sentido estrés o ansiedad. A veces son reacciones normales y adaptativas; otras, se vuelven estados persistentes que alteran nuestro bienestar físico y mental. Lo que comienza con una sensación de agobio o tensión puede escalar hasta afectar la digestión, el sueño, la piel o incluso la respiración, sin que sepamos exactamente por qué.

Qué es el estrés: síntomas y funciones

El estrés es una sensación de tensión física o emocional que puede desencadenarse por cualquier situación o pensamiento que provoque enfado, frustración o nerviosismo.

En pequeñas dosis, el estrés puede resultar útil: te ayuda a reaccionar ante un peligro o a concentrarte para cumplir una fecha límite. Sin embargo, cuando se mantiene en el tiempo, puede afectar seriamente a tu salud y manifestarse con distintos síntomas de malestar, como episodios de ansiedad o una sensación general de incomodidad, sin que sepas muy bien qué te está ocurriendo.

Sensación de agobio, impotencia, presión en el pecho, náuseas, dificultad para respirar, sudoración, necesidad constante de orinar, boca seca, dolor de cabeza, visión borrosa o un cansancio extremo, son algunos de los principales síntomas. 


Qué es la ansiedad. Diferencias clave con el estrés


Aunque muchas veces se utilizan como sinónimos, el estrés y la ansiedad son fenómenos distintos. Comparten cierto parecido en la sintomatología, lo que puede generar confusión a la hora de identificarlos y tratarlos. Al no distinguirlos bien, es habitual intentar abordarlos de la misma forma, algo que resulta ineficaz debido a sus diferencias.


El estrés aparece, por lo general, ante situaciones en las que percibimos que no contamos con los recursos necesarios para afrontarlas. Ante esta percepción de amenaza, el cuerpo reacciona movilizando toda su energía para afrontarla.

La ansiedad, en cambio, es una respuesta fisiológica del cerebro ante una amenaza, que activa mecanismos de supervivencia como la lucha o la huida. Además de síntomas físicos, también se manifiesta a través de reacciones conductuales, como bloquearse o evitar situaciones. Sus síntomas varían de una persona a otra, y su intensidad puede ir desde una molestia leve hasta episodios incapacitantes.

Una diferencia clave es que el estrés suele desaparecer cuando cesa el factor estresante, mientras que la ansiedad puede persistir incluso cuando el desencadenante ya no está presente. En muchos casos, aparece sin una amenaza externa clara, lo que indica que su origen tiene más que ver con factores internos: la forma en que gestionamos nuestras emociones y procesos mentales.

Claves para diferenciarlos

  • Origen:

  • El estrés suele ser reactivo (ante una situación concreta).

  • La ansiedad puede ser anticipatoria o persistente, incluso sin motivo aparente.

  • Duración:

  • El estrés tiende a ser temporal.

  • La ansiedad puede cronificarse.

Un síntoma concreto que diferencia el estrés de la ansiedad es que ésta genera una sensación constante de preocupación y miedo en situaciones que a menudo no son amenazantes.

Causas multifactoriales de la ansiedad


La investigación actual indica que no existe una única causa, sino un conjunto de variables que interactúan entre sí y que aumentan la vulnerabilidad individual al desarrollo de un trastorno de ansiedad. Estas son algunas de las más comunes:

  • Genética: Existe una predisposición hereditaria. Si tienes familiares directos que han sufrido ansiedad, es más probable que tú también la experimentes. Algunas fobias y patrones de respuesta ansiosa pueden transmitirse genéticamente.

  • Química cerebral: Los niveles de ciertas sustancias químicas en el cerebro pueden afectar el estado de ánimo y los niveles de ansiedad.

  • Entorno y experiencias vitales: Factores como la exposición a eventos traumáticos, abuso emocional o físico, la pérdida de un ser querido, una infancia difícil o contextos laborales altamente estresantes pueden contribuir significativamente al desarrollo de la ansiedad.




Cómo se diagnostica

La ansiedad puede ser difícil de diagnosticar, en parte porque no siempre presenta signos evidentes durante una consulta médica. No es posible percibir directamente síntomas como la opresión en el pecho o el nudo en el estómago, y muchas veces el paciente no sabe cómo describir con precisión lo que le ocurre. Además, ciertos niveles de ansiedad pueden considerarse normales dentro del día a día, lo que complica su detección temprana.

Por eso, el primer paso suele ser una entrevista clínica en la que el profesional de la salud preguntará sobre los síntomas, su intensidad, duración y los contextos en los que se manifiestan.

Es natural sentirse incómodo al hablar sobre estos temas, pero es fundamental hacerlo con sinceridad. Una descripción clara y honesta de lo que se experimenta es clave para obtener un diagnóstico preciso y recibir el tratamiento más adecuado.



Tratamientos disponibles

Podemos prevenir, modular y tratar el estrés y la ansiedad que pueden ayudarte a recuperar el equilibrio de forma natural y sostenible. Incorporar hábitos saludables y estrategias integrales es clave para restablecer el bienestar físico, emocional y mental. A continuación, te presentamos algunas de las más eficaces:


Hábitos diarios que ayudan

  •  Luz solar durante el día: La luz natural por la mañana activa el ritmo circadiano. La glándula pineal necesita luz para poder fabricar melatonina al anochecer, la hormona que nos permite dormir.Exponte al sol durante 5–10 minutos al comenzar el día, sin protección solar, evitando las horas centrales. Prioriza que la luz toque tu rostro y manos.

  • Evita pantallas por la noche: Durante la oscuridad, necesitamos evitar estímulos que activen el sistema nervioso. La luz blanca del móvil o la televisión estimula la liberación de cortisol e interfiere con la producción de melatonina.Evita pantallas a partir de las 21 h, especialmente el móvil en habitaciones oscuras.

  • Alimentación saludable e ingesta proteica en el desayuno: La melatonina se produce a partir de la serotonina, y esta necesita triptófano, un aminoácido presente en las proteínas (carne, pescado, huevos, legumbres). Toma proteína por la mañana, cuando el sistema inmune está tranquilo y no compite por ese triptófano. Un desayuno proteico (huevo, atún, jamón, etc.) favorece la producción de serotonina y melatonina. Si haces ayuno, mejor por la noche que por la mañana.

  • Técnicas de relajación: Prácticas como la respiración profunda, la meditación o el yoga ayudan a reducir la activación del sistema nervioso simpático y favorecen un estado de calma.

  • Ejercicio físico regular: Es uno de los antiestrés más eficaces. Libera tensiones, mejora el estado de ánimo, reduce la ansiedad leve y mejora el sueño. Cualquier actividad física constante (caminar, correr, bailar) puede ayudarte a sentirte más en control de tu cuerpo y tu vida.

  • Contacto con la naturaleza: El contacto con la naturaleza reduce los niveles de cortisol y aporta calma. Estar rodeado de árboles, pasear por la playa o caminar por un parque regula nuestro sistema nervioso. Pasea descalzo, abraza un árbol, respira profundo. Tu sistema nervioso lo notará.


Adaptógenos y regulación natural

Las plantas adaptógenas, como la Ashwagandha, la Rhodiola o la Schisandra, regulan el eje hipotálamo–hipófisis–adrenal, que es responsable de nuestra respuesta al estrés.  

  • Ashwagandha: Es uno de los adaptógenos más estudiados y utilizados para reducir el estrés, la ansiedad y la depresión. Entre sus beneficios se incluyen la reducción de la fatiga física y mental, el apoyo al sistema inmunológico, el aumento de la energía, y la mejora del estado de ánimo y la sensación general de bienestar.

    Tomar un suplemento de Ashwagandha como Superlativa Daily, -formulado con extractos estandarizados para asegurar su calidad, concentración y eficacia- es una forma fácil y eficaz de regular los niveles de cortisol y empezar a sentirte mejor.


Psicoterapia

  • La terapia cognitivo-conductual (TCC): es la que mejores resultados ofrece para los trastornos de ansiedad. Su objetivo es ayudar a afrontar las situaciones que generan ansiedad sin evitarlas ni usar “muletas” de seguridad, permitiendo que la ansiedad se reduzca al enfrentarlas con seguridad.


Del conocimiento a la acción: claves prácticas para empezar hoy

Entender cómo funcionan el estrés y la ansiedad es el primer paso para poder gestionarlos con eficacia. Sabemos que no hay soluciones milagrosas, pero sí herramientas basadas en la evidencia que pueden marcar una diferencia real: desde una alimentación adecuada y la exposición a la luz solar, hasta el uso de adaptógenos y la terapia psicológica. 



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